¡Hola! En esta entrada voy a hablar sobre la brecha digital y se hará una pequeña referencia al concepto de desigualdad digital.
La brecha digital se define como las desigualdades existentes en torno al acceso a la información y al conocimiento mediante las TIC. Las desigualdades que incluyen la brecha digital se organizan en tres dimensiones de acuerdo con Pippa Norris (2001): global, democrática y social. La brecha digital global es aquella que engloba la diferencia entre las sociedades industrializadas y las que están en vías desarrollo respecto al acceso a Internet. La brecha digital democrática es la diferencia entre las personas que utilizan las TIC para participar en la vida pública y los que no lo hacen. Finalmente, la brecha digital social es la diferencia en la estratificación social o geográfica interna de un país o sociedad. Por lo tanto, las diferencias dentro de la brecha digital se dan según las distintas regiones, grupos sociales, capacidad económica, género, nivel educativo, raza y lugar de vivienda.
Además de Pippa Norris, hay otras teorías que han estudiado las desigualdades que se hallan por la incorporación social de las TIC, entre ellas está la enunciada por Tichenor, Donohue y Olien en 1970, la Knowledge Gap Hypothesis que defiende que se centró en las desigualdades que crean los medios de comunicación más que en la idea de que las TIC crean más igualdad y democracia.
Cabe resaltar la importancia de la geografía en torno a la brecha sobre el nivel de acceso y uso de las TIC. Así como el estatus socioeconómico puesto que hay estudios que demuestran que las personas con un estatus socioeconómico alto tienden a adquirir la información de Internet más rápida y fácilmente, haciendo que tengan más conocimiento.
La brecha digital lleva años siendo un problema social, sin embargo, el confinamiento el pasado 2020 debido a la pandemia del COVID-19 ha dejado ver el problema que había sido ignorado. Hay que reflexionar sobre quiénes han sido los más perjudicados en el ámbito educativo debido a la pandemia y al confinamiento y aunque aún no se han visto consecuencias a largo plazo, a corto plazo lo más afectados han sido los colectivos socialmente vulnerables. Estos se encuentran más alejados de una cultura escolar que ahora se ha transformado en una cultura digital.
Por ejemplo, los estudiantes de las zonas rurales encontraron más dificultades para recibir la enseñanza virtual debido al acceso a Internet y la señal telefónica. Además, ha habido familias en las que no había suficientes dispositivos tecnológicos para todos, con varios padres teletrabajando y varios hermanos que necesitaban dichos dispositivos.
Ante esta situación, los gobiernos autonómicos han dado diversas ayudas para cubrir la brecha digital a la que se enfrentan muchos alumnos y familias.
Por otro lado, la desigualdad digital se remite más a las capacidades digitales de las personas según su nivel socio-cultural, nivel de estudios, género o edad. Así, se define como la diferencia de uso de Internet según aquellos que obtienen de su uso ventajas individuales y aquellos que difícilmente lo utilizan, es decir, “para qué se usa Internet”. Este uso, posiciona a los ciudadanos cultural, económica y socialmente de diferente forma.
Que no todos los ciudadanos de España pueden acceder a conexión a Internet o contar con uno o incluso varios dispositivos tecnológicos en sus domicilios es algo que todos conocíamos. Y que no en todos los países del mundo pueden contar con las TIC en su día a día como nosotros, también. No obstante, la pandemia ha dejado ver algo que en la sociedad se había ignorado y “tapado”. Puesto que en las escuelas no eran predominante las herramientas tecnológicas, eran mayormente utilizadas por los profesores por lo que con los dispositivos dados por la administración era suficiente. O eso se creía. Sin tener en cuenta que la brecha digital resultaba en una desigualdad de acceso a la información. Ahora, que se mandan proyectos, investigar en Internet e informarse a los alumnos, aquellos que no tenían un dispositivo o Internet en casa lo tenían más difícil que los demás. Con el confinamiento y la enseñanza siendo exclusivamente online, se dio de lado a aquellos a los que la brecha digital les afectaba con la excusa de que al haber ocurrido todo de una forma tan abrupta, había poco margen de actuación. Sin embargo, ahora, que la enseñanza y los colegios han vuelto a la presencialidad en su mayoría, pero que deben estar preparados para un cambio a enseñanza virtual y que deben reforzar las tareas mediante un aula virtual, observamos que las ayudas dadas por parte de los gobiernos y las administraciones ha sido insuficiente y tarda en llegar. Además, muchas ayudas se basan en otorgar dispositivos a los centros escolares y no pueden salir de ahí o no se pueden compartir debido a la pandemia, y que no rompen con la brecha digital que sufren los estudiantes y sus familias en sus casas.
Sofía Rodríguez
Referencias bibliográficas
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